Hay integrada en nosotros una necesidad de contar historias

Creo que hay integrada en nosotros una necesidad de contar historias, crear relatos, encontrarle un sentido narrativo al mundo (físico, social, etc.); el pensamiento narrativo se desarrolla muy claramente mucho antes que el pensamiento “paradigmático” … y uno lo ve enormemente desarrollado, por ejemplo, en las personas con síndrome de Williams (junto a su precocidad verbal y social en general), junto a profundos defectos en su comprensión de las operaciones lógicas más sencillas (sobre todo las espaciales). Lo que me ha fascinado de forma especial es el tipo de narración frenética (y obviamente, para la persona que narra, vital) que describo, por ejemplo, en “Una cuestión de identidad”. Y si no puede ser un relato racional, será uno fantástico.

Oliver Sacks, carta a Lewis Wolpert, 25 de febrero de 2001, en Oliver Sacks, Letters, edited by Kate Edgar, Londres: Picador, pág. 561

Ilustración basada en un amuleto Haida (gran garza azul y humano), conservado en el Royal British Museum

Que ninguno de vosotros lo cuente la mitad de bien

Hace tiempo, y tiempo ha que fue: si hubiera estado allí entonces, no estaría aquí ahora; si estuviera aquí ahora y también entonces, podría tener un cuento nuevo, o un cuento viejo, o ningún cuento en absoluto. En cualquier caso, comoquiera que cuente el cuento esta noche, que ninguno de vosotros lo cuente igual de bien mañana por la noche.

Éamon a Búrc, narrador de Galway, en Angela Bourke, «Economic necessity and escapist fantasy in Éamon a Búrc’s sea stories», en P. Lysaght y otros (eds.), Islanders and Water-Dwellers: Proceedings of the Celtic-Nordic-Baltic Symposium held at University College Dublin 16-19 June 1996, pág. 28.

Ilustración inspirada en el arte de la cultura Ashanti de Ghana

Las verdades de los mitos pueden ser de otro tipo

Los mitos son, ante todo, ‘verdades ficticias’, que transmiten verdades importantes para la vida, pero que para nosotros, y en ocasiones para los indios, son ficticias. Los tewa de Santa Clara, en Nuevo México, introducen algunos de sus relatos con palabras como estas: ‘En un lugar que nunca hubo, en un tiempo que nunca fue, esto no sucedió’.

Los indios nootka de la isla de Vancouver, insisten en la verdad literal de cómo el fundador de un grupo de parentesco obtuvo sus prerrogativas. Estos relatos son ciertos porque la aventura inicial tuvo lugar, y el relato se ha transmitido desde entonces en una cadena de sucesión que nos es conocida. Pero es posible referirse en inglés a los mitos como fairy stories (cuentos de hadas). La herencia, en suma, es un hecho histórico, pero las verdades de los mitos pueden ser de otro tipo.

Dell Hymes, «Notes toward (an understanding of) supreme fictions», en I know only so far: Essays in Ethnopoetics, Lincoln y Londres: University of Nebraska Press, 2003, pág. 382

Ilustración inspirada por la decoración de huevos de avestruz de los pueblos bosquimanos

Nuestra religión tenía un acusado aspecto novelesco

Los niños encontrábamos en nuestra religión un acusado aspecto novelesco. Sin lugar a dudas, las historias de grandes santos como Milarepa y el sabio Pema Dahul de Nyarong quedaron nítidamente grabadas en nuestras mentes adolescentes. Era muy comprensible. Los relatos de estos hombres eran casi todos emocionantes y estaban llenos de aventuras: ascetas que se enfrentaban a malvados hechiceros y fuerzas demoníacas, que meditaban en silencio en rincones inaccesibles de la montaña, y que mediante procedimientos milagrosos se proyectaban hacia mundos extraños y hacia los confines del universo. Los protagonistas de estos relatos eran intensamente reales, sabios y compasivos, y de una fuerza tan implacable que ningún niño podía evitar venerarlos como a héroes. Muchos hombres renunciaban a sus posesiones terrenales y adoptaban una vida de contemplación y esfuerzo religioso. Hasta los niños, en ocasiones, escapaban de casa para emular a sus santos héroes.

Los relatos de batallas y emboscadas, valor y osadía, gozaban también de una gran popularidad en el Tíbet oriental. Los mejores y más violentos eran las Epopeyas de Gesar. Estos relatos épicos estaban en verso y los cantaban bardos ambulantes. […] En estas epopeyas abundan personajes no humanos como dioses, titanes feroces, demonios e íncubos con los que Gesar tenía que vérselas. Hay también en ellos bellas doncellas a las que hay rescatar y seducir, caballos voladores y espadas mágicas que cantaban advertencias cuando el enemigo estaba próximo.

Gesar y sus guerreros no morían jamás, e incluso ahora, pasados casi mil trescientos años, los viajeros que cabalgan por las grandes llanuras del norte los han visto. […]

Yo escuchaba estos relatos durante horas, y en mi corazón acostumbraba a despertarse un anhelo grande e intenso. A decir verdad, hay un proverbio tibetano que dice:

Los relatos de Milarepa podrían transformar

al hijo de un hombre rico en una persona santa.

Pero las epopeyas de Gesar sin duda

al niño mendigo lo ensartaran con una espada.

Jamyang Norbu, Warriors of Tibet: the story of Aten and the Khampas’ fight for the freedom of their country, Londres: Wisdom Publications, 1986, págs. 18-19.

Ilustración inspirada en el arte de la cultura Pazyryk

Nuestro poeta oral es un compositor

Debemos comprender plenamente quién o, lo que es más correcto, qué es nuestro recitador. Es necesario que de la palabra «recitador» eliminemos cualquier cosa que indique que se trata sólo de alguien que simplemente reproduce lo que otro, o incluso él mismo, ha compuesto. Nuestro poeta oral es un compositor. Nuestro cantor de historias es un compositor de historias. Cantor, recitador, compositor y poeta son distintos aspectos de la misma cosa, pero de forma simultánea. Cantar, recitar y componer son facetas del mismo acto.

En ocasiones nos resulta difícil darnos cuenta de que el hombre que se sienta ante nosotros cantando una canción épica no es un mero portador de la tradición, sino un artista creativo que está haciendo la tradición.

Albert B. Lord refiriéndose a los rapsodas serbo-croatas, The Singer of Tales, Cambridge, MA y Londres: Harvard University Press, 1960. pág. 13

Ilustración inspirada en el arte del pueblo Navajo del suroeste de Estados Unidos

Dos aspectos de un mismo instante

En el caso de un poema literario, existe un lapso entre la composición y la lectura o recital; en el caso de un poema oral, dicho lapso no existe, porque la composición y el recital son dos aspectos del mismo instante. Por tanto, la pregunta «¿Cuándo se recitaría tal o cual poema oral?» carece de sentido; la pregunta debería será «¿Cuándo se recitó el poema oral?» Un poema oral no se compone para su recital, sino en el recital mismo. Lo que este planteamiento implica tiene un alcance amplio y profundo.

Albert B. Lord refiriéndose a los rapsodas serbo-croatas, The Singer of Tales, Cambridge, MA y Londres: Harvard University Press, 1960. pág. 13

Ilustración inspirada en el dibujo de una tortuga de la cultura Mimbres

La participación placentera en una secuencia de acontecimientos dramáticos

Dioses y héroes, como ≠Kagara y !Haunu, las personificaciones del rayo y las nubes de tormenta que aparecen en el fragmento recogido por Bleek y Lloyd, son de este modo explicables en términos no de confusión primitiva, sino de la psicología de la memorización oral. En concreto, son ejemplos del refuerzo de la memoria que se obtiene de la participación placentera en una secuencia de acontecimientos dramáticos.

Estas características de la literatura oral ilustran un secreto básico de su efectividad  como instrumento de aprendizaje: combinan instrucción con placer, a un nivel que es muy gratificante, y por tanto muy memorable. Es más, la propia forma narrativa, como hemos dicho, encarna un pragmatismo esencial en la actitud, y esto es en sí mismo adaptativo. Se diría que este tipo de mnemotecnia –una mnemotecnia de un pragmatismo imaginativo– ha sido de gran utilidad a las culturas orales durante extensos periodos de la historia humana.

Megan Biesele, Mujeres, carne y sexo: los cuentos tradicionales y la ideología cazadora-recolectora de los bosquimanos ju|hoansi del Kalahari, traducción de J. M. de Prada-Samper, Cabanillas del Campo, Guadalajara: Palabras del Candil, 2023, pág. 131.

Ilustración inspirada en un petroglifo de los indios Pueblo de Norteamérica.

Las familias numerosas cuentan más historias

Mis padres eran médicos en un hospital. La primera imagen que recuerdo de mi padre eran sus zuecos inmaculadamente blancos cubiertos con gotas de sangre del último paciente al que había operado. Los mediodías, los niños veíamos en sus caras la presión a la que estaban sometidos, la preocupación por la vida o la muerte de sus pacientes…

Sin embargo, fue una infancia muy feliz. Compensábamos esa presión por medio del disfrute compartido del arte (música, etc.), pero sobre todo contándonos historias. Eso despertó  tempranamente en mí el deseo de narrar, de contar historias, deseo al que doy cumplimiento por varios cauces distintos: cine, literatura… Pero historias dotadas de un asomo de esperanza, historias que pretenden hacer ligero lo pesado, viendo la cara cómica de la tragicidad.

He observado que los jóvenes alemanes son mucho más desgraciados que los procedentes de grandes familias, como los inmigrantes. Las familias nucleares europeas parecen haber perdido la capacidad de narrar. Y, cuando lo hacen, tienden enseguida al enfoque analítico, y no al enfoque puramente narrativo.

Doris Dörrie, cineasta alemana, en una entrevista con Victor Amela; extracto de las notas de la intérprete, Rosa Sala Rose

Ilustración inspirada en pinturas rupestres bosquimanas del Cederberg, Sudáfrica

Para que se chiven a las serpientes

Los cuentos de Coyote se cuentan en cualquier lugar donde se reúnan los hombres durante los meses de invierno, sea en casa, durante la cacería o durante una expedición guerrera. En estos encuentros no es habitual que una persona narre más de un relato. La persona que tiene al lado prosigue con la narración.

Cuando el relato se ha acabado, es costumbre que el narrador diga, ‘We na netsu ut’’ (ahora la tripa circula), aludiendo a la costumbre de que, durante una marcha, una persona pase a quien tiene al lado su tripa de grasa de bisonte, tras haber saciado el hambre masticándola.

Estos relatos no se cuentan durante los meses de verano, o mejor dicho, durante los meses en que las serpientes son visibles; pues se supone que el dios o estrella tutelar de las serpientes está en comunicación directa con la estrella de Coyote, ya que durante estos meses la Estrella-Coyote aparece temprano en el horizonte oriental y, al no gustarle que se hable de ella, instruye a la Estrella-Serpiente para que se chive a las serpientes de quienes están hablando de él y estas les muerdan.

George A. Dorsey, Traditions of the Skidi Pawnee, Boston y Nueva York: Houghton, Mifflin & Co. for the American Folk-Lore Society, 1904, págs. xxii-xxiii

Ilustración inspirada en un ornamento del Imperio Asirio

Un mal narrador

Al final de un relato en uno de mis cuadernos del condado de Clare escribí: “30 de diciembre, 1929. Este es el peor cuento que haya escuchado nunca, y para cualquiera familiarizado con el relato las omisiones, vacilaciones e incoherencias resultaban exasperantes. El público estaba muy asqueado.

De vez en cuando yo cruzaba miradas con John Carey, un buen narrador, que fumaba sentado junto al fuego, y meneaba con pesar la cabeza. Para él era un sacrilegio machacar un cuento de esa forma. El pobre recitador, que a decir verdad lo estaba haciendo lo mejor que podía, tosía en ocasiones; tenía un resfriado, pero le iba bien tapar sus defectos con una tos sonora de vez en cuando, y el espacio de descanso que de este modo se creaba en la narración le permitía pensar. Muy a menudo, los narradores tosen cuando no saben lo que van a decir.

Por fin, Carey no pudo soportar más la tensión, indignado más allá de lo tolerable, y le gritó al narrador, diciéndole lo que se había saltado y reprendiéndolo. Carey y los demás oyentes habían conocido al padre del recitador, que fue el mejor narrador del distrito; el hijo recordaba los cuentos, pero no podía contarlos bien.

El crítico literario analfabeto puede ser tan despiadado en sus juicios como su sofisticado colega que escribe en una estancia repleta de libros, y podemos estar seguros de que el relato medieval, lo mismo que la narración oral moderna, tenía que pasar por el fuego purgatorio de muchos siglos antes de alcanzar el elevado nivel que le exigían los cínicos críticos del mundo de habla gaélica.

Seamus O Duilearga [James Delargy] “Irish Tales and Story-tellers”, en H. Khun and K.Schier (eds.), Märchen, Mythos und Dichtung: Festschrift zum 90. Geburtstag Friedrich von der Leyens am 19. August 1963, Múnich: Editorial C. H. Beck, 1963, pp. 66-67)

Ilustración inspirada en un dibujo del tambor de un chamán