El cuento empieza donde la razón termina

Af a mayse fregt men nish ken kashe!” [Yiddish, uno  no hace preguntas sobre un relato], reza un viejo dicho yiddish, y el motivo es comprensible: kashe y mayse están en polos opuestos. Donde kashe procede de la razón, la lógica y la realidad, mayse necesariamente empieza donde la razón termina. Kashe se origina en el cerebro, y mayse en el corazón. Kashe pregunta: ¿cómo es esto posible? Mientras que mayse no conoce límites. Es, por tanto, obvio por qué uno no hace una kasha [pregunta], que compete totalmente a la realidad, sobre un mayse [relato], que compete totalmente a la fantasía.

Abraham Rechtman, The Lost World of Russia’s Jews: Ethnography and Folklore in the Pale of Settlement, traducción de N. Deutsch y N. Barrera, Bloomington: Indiana University Press, 2012, pág. 254

Ilustración inspirada en un dibujo textil japonés

En nuestra jerga “exprimir” significa “contar” 

–Escucha –dijo–, como eres americano seguro que has visto montones de películas, ¿no? ¿Leído cantidad de libros? ¿Leído un montón de novelas? 

Volví a asentir. 

–Estupendo. Creo que quizá podamos establecer una buena relación comercial. 

El parkhan [cabecilla] sonrió de oreja a oreja ante mi estupor. Entonces su actitud cambió y se puso muy serio e intenso, observándome directamente con apenas el deje de una sonrisa burlona en torno a sus ojos oscuros. […] 

–Escúchame –dijo con seriedad–. ¿Puedes exprimir una novela? 

Yo dije: 

–¿A qué te refieres con ‘exprimir’? 

–Ya sabes, en nuestra jerga ‘exprimir’ significa ‘contar’. ¿Podrías contarnos novelas, narrar historias? Lo mismo con películas. Aquí no tenemos narrador, y necesitamos historias. La vida está vacía sin una buena historia que te ayude seguir adelante día a día. ¿Podrías hacer eso? 

Alexander Dolgun y Patrick Watson, Alexander Dolgun’s Story: An American in the Gulag. Nueva York: Alfred A. Knopf 1974, págs. 141-142) 

Ilustración inspirada en un dibujo tradicional de Ruanda

La palabra hablada adquiría en la noche una claridad singular 

Para los pueblos preindustriales, la oscuridad congeniaba con la narración de historias. En las culturas occidentales, como en las no occidentales, el recital de mitos y cuentos tradicionales disfrutó del aura de un ritual sagrado, reservado tradicionalmente a las profundidades de la noche. La oscuridad aislaba a corazones e intelectos de las exigencias profanas de la vida cotidiana. Cualquier “función sagrada”,  aseveraba Daniello Bartoli en La Ricreazione del Savio [1659], “requiere oscuridad y silencio”.

En el interior de los hogares de la Edad Moderna, las habitaciones mal iluminadas conferían una fuerza añadida a los talentos resonantes de los narradores de historias. En buena parte de Irlanda, estos hombres llevaban el título de seanchaidhthe, y en Gales, cyfarwyd.

La palabra hablada, en ausencia de distracciones que compitieran con ella, adquiría en la noche una claridad singular. La oscuridad animaba a la escucha así como al despliegue de la fantasía. Las palabras, no los gestos, daban forma a las imágenes dominantes de la mente. Además, el sonido tiende a unificar cualquier conjunto diverso de oyentes. El sonido no sólo es difícil de ignorar, sino que fomenta la cohesión al juntar más a las personas, tanto literal como metafóricamente. Acompañado de la luz mortecina de una lámpara o un hogar, el acto de narrar creaba un entorno singularmente íntimo.  

A. Roger Ekirch, At Day’s Close: A History of Nighttime, London: Phoenix, 2006, págs. 179-180 

Ilustración inspirada en el dibujo de una cerámica griega

Los mitos son cefalópodos

La memoria es la mejor biblioteca portátil y la cabeza de un hombre es el mejor medio para transportar la mitología. La utilidad de un libro está en registrar para la posteridad, y en elevar pensamientos bajos hasta los intelectos elevados de quienes han aprendido a leer. Los mitos son cefalópodos.

En mis viajes sin rumbo he llegado a entender a aquellos para los que viajar sin destino fijo es una forma de vida, y me he dado cuenta de cuáles son sus maneras de aprender, enseñar y pensar. […] Sé por experiencia propia que los hombres emigran y viajan; he aprendido que lo han hecho desde el principio de la Historia, antes de que hubiera libros. Sé que los cuentos y tradiciones que los hombres recuerdan, viajan con ellos y se propagan, desde sus bocas y a través de sus oídos, a otras mentes. Sé por experiencia propia cómo viajan los mitos. Viajan con los hombres.

John Francis Campbell, My Circular Notes. Vol. 2. Londres: Macmillan, 1876, págs. 199-202.

Ilustración inspirada en una pintura rupestre del Cabo Oriental, Sudáfrica

Algo propio y especial de quienes cavilan y reflexionan

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Los relatos que las personas distinguidas comparten durante pláticas a la luz de luna, y entre las brisas de las horas avanzadas de la noche y los aromas fragantes de las flores; su inclusión en los sermones, y el considerarlas desde cualquier aspecto al examinar las descripciones de esas épocas pasadas, es algo propio y especial de quienes cavilan y reflexionan.

De “A History of the Western Sanhaja” de Shaykh Sidya Baba (fallecido en 1924) de los Awlad Abyayri (Mauritania), de la obra de H. T. Norris, Saharan Myth and Saga, Oxford: Clarendon Press, 1972, pág. 161
Ilustración inspirada en una pintura rupestre del Cabo Oriental, Sudáfrica.

 

Dios ha sembrado en mi corazón el don del canto

Navajo

Cuando le pregunté al cantor [de historias] con más éxito de los que llegué a conocer si podía recitar tal o cual cantar, me respondió: «Puedo recitar cualquier cantar porque Dios ha sembrado en mi corazón el don del canto. Él pone la palabra en mi lengua sin que tenga que buscarla. No he aprendido ninguno de mis cantares; todo mana de mis entrañas, de mí mismo.

 

Wilhelm Radloff en “Samples of Folk Literature from the North Turkic Tribes” traducido por Gudrum Böchter Sherman con Adam Brooke Davis, Oral Literature, 5: 84; esta es la parte de Radloff’s book Aus Sibirien, publicada en Leipzig, 1854
Ilustración inspirada en un diseño del pueblo Navajo