Nunca le escuché narrar un cuento hasta dos veces

Aquí en nuestra celda, los varones, todas las noches nos juntábamos en medio de velas y mecheros, haciendo círculos como para la merienda de una faena. Aquí seguíamos hilando entre risas y sin preocupaciones, escuchando los cuentos de los cuentesteros. Nunca, como en la cárcel, he escuchado tantos cuentos, que hasta ahora los recuerdo todavía, algunos de ellos.

[. . .]

De noche, la celda parecía un matrimonio, llena de velas y mecheros a kerosene. Así, entre hilando e hilando, nos contábamos cuentos hasta altas horas de la noche. Para eso de cuentos, Matico Quispe era especial. Él era preso del pueblo de Oropesa y su mujer era de Huaro, donde él vivía. Aquí, cuando estaba de pongo tendalero, en la hacienda de un señor Díaz, cierta noche del tendal desaparecieron tres costales de semillas de maíz. Él era inocente, pero el hacendado no creía.

Más bien lo denunció en Urcos, donde su cuñado que era juez, como ladrón de su tendal. Por eso Matico estaba preso. Matico era especial, pues desde aquella vez de la cárcel de Urcos, hasta ahora, nunca me he topado con otro paisano que sea tan cuentestero como Matico. Él era tan cuentestero que nunca le escuché, el tiempo que estuve en la cárcel, narrar un cuento hasta dos veces. Todo estaba listo en su cabeza.

Gregorio Condori Mamani, De nosotros los Runas: Autobiografía, con Ricardo Valderrama Fernández y Carmen Escalante Gutiérrez, Madrid: Alfaguara, 1983, págs. 49, 52; Gregorio Condori Mamani es quechua del pueblo de Acopía, en Perú

Ilustración inspirada en una imagen de inspiración budista

Gwydion era el mejor narrador del mundo

Entraron a guisa de poetas y les dieron la bienvenida. Gwydion fue ubicado esa noche a un lado de Pryderi.

–Bueno –dijo Pryderi–, nos gustaría escuchar una historia de parte de alguno de esos jóvenes de allá.

–Tenemos una costumbre, señor –replicó Gwydion–: la primera noche en la que se llega a un hombre importante, el poeta principal es el que recita. Te contaré historias con mucho gusto.

Gwydion era el mejor narrador del mundo. Esa noche entretuvo a la corte con anécdotas e historias divertidas, por lo que fue admirado por todos y Pryderi estaba encantado conversando con él.

From “Math son of Mathonwy”, the fourth branch of the Maginogi, in The Mabinogion, translated by Gwyn Jones and Thomas Jones, London: J. M. Dent & Sons, revised edition, 1989, pp. 56-57

Ilustración inspirada en una pintura rupestre del Cabo Oriental, Sudáfrica

Relatos de arena

Las extensiones de arena desnuda propias de la Australia central proporcionan una tabla de dibujo natural que siempre está disponible. Puesto que, por regla general, cualquier conversación continuada la mantienen personas sentadas en el suelo, hacer marcas en la arena se convierte con facilidad en un suplemento a la expresión verbal.

Los walbiri a menudo contrastan su forma de vida con la de los australianos blancos señalando con orgullo: «Nosotros, los walbiri, vivimos sobre el suelo». Al dibujo en la arena se lo considera parte de este valorado modo de vida así como un aspecto característico de su estilo de expresión y comunicación. Acompañar el discurso personal con señales explicativas hechas en la arena es «hablar» a la manera walbiri.

[…]

Tanto hombres como mujeres dibujan elementos gráficos similares sobre el suelo durante la narración de historias o el discurso general, pero las mujeres formalizan este uso narrativo en un género diferenciado que llamaré relato de arena. Un espacio de unos 30 o 60 cm se alisa en la arena; se retiran los rastrojos y se arrancan las piedras pequeñas. El proceso de narración consiste en la interacción rítmica de una notación gráfica continua con signos gestuales y un parloteo verbal canturreado. El acompañamiento vocal puede en ocasiones caer al mínimo; el sentido básico es entonces transmitido por una combinación de signos gestuales y gráficos. Los signos gestuales son intrincados y específicos, y en ocasiones pueden reemplazar una verbalización más completa.

A las historias que las mujeres walbiri cuentan de esta forma se las designa con el término utilizado para cualquier relato tradicional sobre los tiempos ancestrales, djugurba. Los walbiri indican que sólo las mujeres cuentan historias de esta manera, aunque todo el mundo está familiarizado con el método. Si bien en su forma más sistemática la técnica se elabora en las narraciones sobre acontecimientos situados en los tiempos ancestrales, las mujeres también la utilizan de una forma más fragmentaria para transmitir experiencias personales o cotilleos del momento. Como forma de comunicación puede activarse durante la narración en general, independientemente de si el contenido se supone que alude a los tiempos ancestrales o al presente. Se considera, sin embargo, que un djugurba «como es debido» alude a los tiempos ancestrales.

El contexto social de la narración de historias es la vida distendida e informal del campamento, sin la carga del secreto o las sanciones rituales. Los campamentos de las mujeres son una ubicación habitual. […] Incluso en los momentos de más calor las mujeres tienden a sentarse muy juntas; sin cambiar de postura o hacer ningún tipo de anuncio especial, una mujer empieza a contar una historia. En ocasiones es posible ver a una mujer de las de más edad recitando para sí, en silencio, un relato, mientras gesticula y hace señales en la arena, pero lo más común es que varios miembros del grupo se junten en torno a la narradora, marchándose cuando lo desean, haya finalizado o no el relato. En cualquier momento la propia narradora puede interrumpir ella misma el relato y seguir realizando alguna tarea doméstica, o incluso irse a dormir en el transcurso del relato.

Cualquier mujer poseía un acervo de relatos aprendidos quizá de sus parientes femeninos o de su marido. A veces, cuando se les preguntaba, las mujeres sugerían que los relatos debían transmitirse de madre a hija, pero lo cierto es que no existen derechos específicos sobre estas historias; como decían las mujeres «todo el mundo» les enseña estos relatos.

Los niños walbiri no cuentan historias como entretenimiento, pero a la edad de cinco o seis años son capaces de realizar e identificar las formas gráficas básicas que se emplean en la narración. […] Un niño pequeño o un bebé pueden estar sentados en el regazo de la madre mientras ella cuenta un relato de arena; de esta forma, la observación del dibujo en la arena es parte de la experiencia perceptual temprana. No se enseña de forma sistemática a dibujar en la arena, y se aprende, sobre todo, por observación.

En torno a los ocho o nueve años de edad, un niño o niña puede contar sin problemas relatos de su propia invención. A medida que una niña se hace mayor, su desenvoltura para narrar historias va aumentando y puede emplear la técnica del relato de arena (fundamentalmente, por lo que he podido observar, sin realizar signos gestuales) para comunicar historias sobre experiencias personales, o que ella misma haya inventado En ocasiones puede que les cuente esos relatos a otras niñas, o a niños y niñas más pequeños. Los varones de más edad son más reacios a utilizar la técnica, puesto que se la identifica con un comportamiento propio de las mujeres.

Nancy D. Munn, Walbiri Iconography: Graphic Representation and Cultural Symbolism in a Central Australian Society, Chicago y Londres: Chicago University Press, 1986, págs. 58-64

Ilustración inspirada en pinturas rupestres bosquimanas del Cederberg, Sudáfrica

Sabed que yo sé infinitas

La una dellas que hilaba en tanto que las otras gentes del pueblo honraban la fiesta de Baco, dixo:

–Nosotras que somos siervas de Palas, que fue la primera que inventó, y halló, el arte de hilar, pasemos el día en algunas palabras, o consejas de pasatiempo, y digamos algunas graciosas fábulas, porque no sintamos tanto el trabajo.

Las otras dos hermanas dixeron que bien era y mandan a la hermana mayor diga primero; entre muchas consejas que sabía, dio a escoger la mejor a las hermanas, diciendo así:

–Sabed que yo sé infinitas, por tanto mirad la que os agrada más. Si queréis que cuente la de Decertis hija del rey de Babilonia, la cual era tan presuntuosa que quería hacerse tener en más que todos los que la conocían de lo que era razón, queriéndose estremar sobre todas. Por lo cual Júpiter, indignado contra ella, la convirtió en pez.

”O queréis que yo os diga la de Sira, hija destamisma Decertis, la cual, oyendo como la madre era convertida en pez, se quiso de dolor ahorcar. Júpiter tuvo compasión della, y la convirtió en paloma.

”O por ventura queréis que os traiga a la memoria otra de Almone, la cual estaba en un cosario puerto a la costa de la mar burlando y engañando a cuantos por allí pasaban, a los cuales después de gozado de sus personas, y, con astucias y mañas, robándoles sus haciendas (como hoy día otras muchas hacen) con sus encantamientos y yerbas, los convertía en peces; aunque desto llevó su pago, que uno vino allí a donde ella estaba, el cual pareciéndole muy bien le tomó por amigo, y este después supo tanto del arte que supo robar él solo lo que ella había tomado a muchos, y la volvió también en pez como ella había hecho a otros. Mas yo creo que antes holgareis de oír lo del moral, el cual solía llevar las moras blancas, y agora, por la sangre de dos desdichados amantes, que debajo del se mataron, tornaron luego las moras que solían ser blancas coloradas, y después fueron negras.

Las hermanas respondieron que querían que les contase la del moral que no sabían, y luego Alciote la empeçó a contar, diciendo:

–En las partes de Oriente había un gracioso y gentil mancebo que llamaban Píramo, y una muy linda y bien dispuesta doncella llamada Tisbe…

Ovidio, Las metamorfoses, o transformaciones de Ovidio, en quince libros, traducidos del latín en castellano, Madrid: Domingo Morrás, 1664, traducción de Jorge de Bustamente, fols. 66v-67r; corresponde al libro IV, versos 35-55
Ilustración inspirada en un dibujo de tradición andina quechua

 

Ojalá terminara ahí

HN_RUANDA

Somos historias.’ Es una idea tan sencilla que hasta un niño la entendería. Ojalá terminara ahí. Pero somos historias dentro de historias. Historias dentro de historias dentro de historias. Sin cesar, vamos quedando atrás, enmarcados y re-enmarcados, hasta que somos ilegibles para nosotros mismos.

(Ivan Vladislavic, 101 Detectives: Stories, Ciudad del Cabo: Umuzi, 2015, pág. 147)
Ilustración inspirada en un dibujo tradicional de Ruanda

Lo más fácil es anotar el relato.

Caballo carro

La naturaleza intelectual de un relato se agota en su texto, pero los aspectos funcional, cultural y pragmático de cualquier narración nativa se manifiestan no sólo en el texto, sino también en su recitado, su ejecución y sus relaciones contextuales. Es más fácil anotar un relato que observar de qué formas difusas y complejas penetra en la vida, o que estudiar sus funciones mediante la observación de las inmensas realidades sociales y culturales en las que se inscribe. Y este es el motivo por el que tenemos tantos textos, y sabemos tan poco sobre la verdadera naturaleza del mito.

B. Malinowski, “Myth in Primitive Psychology”, in Bronislaw Malinowski, Malinowski and the Work of Myth, edited by Ivan Strenski, Princeton: Princeton University Press, p. 89.
Ilustración inspirada en grabados rupestres de una cueva de la isla de Götland.