No le parezca al lector que esto que es dicho es mucha salvajez

Tenían estas gentes [los taínos] una buena e gentil manera de memorar las cosas passadas e antiguas; y esto era en sus cantares e bayles, que ellos llamaban areyto, que es lo mismo que nosotros llamamos baylar cantando. […] Algunas veçes junto con el canto mezclan una tambor, que es hecho en un madero redondo, hueco, concave, e tan grueso como un hombre […]. E assi, con aquel mal instrumento e sin él, en su cantar (qual es dicho) diçen sus memorias e historias passadas, y en estos cantares relatan de la manera que murieron los caçiques passados, y quántos y quáles fueron, e otras cosas que ellos quieren que no se olviden. […]

Esta manera de bayle paresçe algo a los cantares e danças de los labradores, quando en algunas partes de España en verano con los panderos hombres y mugeres se solazan; y en Flandes he yo visto la mesma formar de cantar, baylando hombres y mugeres en muchos corros. […] Assi […], esta manera de cantar en esta y en las otras islas (y aun en mucha parte de la Tierra-Firme) es una efigie de historia o acuerdo de las cosas passadas, assi de guerras como de paces, porque con la continuaçion de tales cantos no les olviden las haçañas e acaesçimientos que han passado. Y estos cantares les quedan en la memoria, en lugar de libros de su acuerdo; y por esta forma resçitan las genealogías de sus caçiques y reyes o señores que han tenido, y las obras que hiçieron, y los malos o buenos temporales que han passado o tienen; e otras cosas que ellos quieren que a chicos e grandes se comunique e sean muy sabidas e fixamente esculpidas en la memoria. Y para este efecto continúan estos areytos, porque no se olviden, en especial las famosas victorias por batallas.

[…]

No le parezca al letor que esto que es dicho es mucha salvajez, pues que en España e Italia se usa lo mismo, y en las más partes de los christianos (e aun infieles) pienso yo que debe ser así. ¿Qué otra cosa son los romançes e canciones que se fundan sobre verdades, sino parte e acuerdo de las historias passadas? A lo menos entre los que no leen, por los cantares saben que estaba el rey don Alonso en la noble cibdad de Sevilla, y le vino al corazón de ir a çercar Algeçira. Assi lo dice un romance, y en la verdad asi fue ello: que desde Sevilla partió el Rey don Alonso Onçeno, quando la ganó, a veynte e ocho de março, año de mil e tresçientos e quarenta e quatro años. Assi que ha en este de mil e quinientos e quarenta e ocho dosçientos e quatro años que tura este cantar o areyto. Por otro romançe se sabe que el Rey don Alonso VI hizo cortes en Toledo para cumplir de justicia al Çid Ruy Díaz con los condes de Carrión […] Assi andan hoy entre las gentes estas e otras memorias muy más antiguas y modernas, sin que sepan leer lo que las cantan e las resçitan, sin averse passado de la memoria. Pues luego bien haçen los indios en esta parte de tener el mismo aviso, pues les faltan letras, e suplir con sus areytos e sustentar su memoria e fama; pues que por tales cantares saben las cosas que ha muchos siglos que pasaron.

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557), Historia general y natural de las Indias, Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851 [1526], págs. 426-429

Ilustración inspirada en un cerrojo utilizado por los Bámana de Mali

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Quien no sabía contar cuentos tenía que irse solo…

Lagartija

Mi cuñado y el señor Escalante eran los que más cuentos conversaban y mi papá; pero mi papá era medio receloso para avisar cuentos. En la noche cuando ya todos habían comido y habían lavado su ropa y estaban echados en la tarima empezaban a conversar y cada uno decía sus cuentos pero no siempre dejaban que uno esté allí escuchando porque quien no sabía contar cuentos tenía que irse solo, porque no lo aceptaban. A mí, como muchacho, se reían, «quédate nomás,» decían; y así aprendí muchos cuentos de los huantinos y de los chunchos también, de condenados, de las vizcachas, del sol, de los pericotes, etcétera. Estos cuentos no eran todos inventados sino cosas que les habían pasado a ellos o también a gente conocida; pero entonces avisaba: «Don Fulano, que en paz descanse decía». De todo lo que allí en las noches se hablaba no se podía ir con chisme afuera. Cada uno antes de comenzar decía: «Esto no es para contar, no hay que repetir», si eran cosas comprometidas. Entonces también se cambiaba el nombre de las gentes o del sitio y así nadie se molestaba.

Los cuentos de chunchos eran muy lindos y raros, porque para ellos todo está hablando en la selva. Y estos chunchos amigos de mi cuñado eran gente vergonzosa como la perdiz, que cuando uno la mira mucho se marea y se avergüenza y por eso le dicen purum beata que significa una beata perdida porque no hace más que esconderse y hasta el chuquito (chullo) que tiene es bien bonito.

Jesús Urbano Rojas y Pablo Macera, Santero y Caminante: Santoruraj-Ñampurej,  Lima: Editorial Apoyo, 1992, pág.148; Jesús Urbano Rojas es retablista de la región de Ayacucho, en Perú; su lengua materna es el quechua).
Ilustración basada en un dibujo realizado sobre una calabaza encontrada en Dahomey, actual Benín.