La extraña expresión de sus ojos mientras cantaba

La hija del kapala [cacique del pueblo] y una compañera exigieron dos florines cada una por contarme folklore, ante lo cual expresé mi deseo de escuchar primero lo que podían contar. La compañera insistió en que antes el dinero, pero la esposa del kapala, que era una mujer encantadora, empezó a cantar, y su amiga se unió a menudo a la canción. Se trataba de la oración preliminar, sin la cual no se podían contar historias. La mujer era una blian [chamán], y su forma de narrar leyendas, me informó, consistía en delinear relatos en forma de canción.

Puesto que no tenía a nadie para que me tradujera, de mal grado me vi obligado a renunciar a su demostración, aunque encontré interesante observar la extraña expresión de sus ojos mientras cantaba, y la apariencia de estar en trance que mantenía. Otro aspecto notable era el intenso apego de sus perros, que centraron constantemente sus ojos en ella, y acompañaron sus movimientos con extraños sonidos guturales.

Dayak, Borneo central; Carl Lumholtz, Through Central Borneo: An Account of Two Years’ Travel in the Land of the Head-Hunters Between the Years 1913 and 1917, Singapur: Oxford University Press, págs. 137-138

Ilustración inspirada en una pintura rupestre de Kimberley, Australia

Pasarán la noche entera escuchando el recitado de esta obra

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Hay una traducción cingalesa de la mayor parte de los játakas que es enormemente popular, no por las peculiares doctrinas budistas que contiene, puesto que a éstas sólo se alude de forma secundaria, sino por el hecho de ser una colección de relatos entretenidos que la gente cree que son incuestionablemente ciertos. […]

No pocas de las fábulas atribuidas a Esopo se encuentran aquí, y apenas sospecha el colegial, cuando lee sobre el ingenio del zorro o la astucia del mono, que, con el transcurso de los siglos, estos animales devienen el maestro de los tres mundos, Buda.

Cada játaka comienza con la fórmula yata-giya-dawasa, que es el equivalente exacto de nuestros “Hace mucho tiempo”. […] Un relato, a la manera habitual de las composiciones orientales, ofrece la oportunidad de introducir varias historias más que sólo dependen de forma somera del relato principal. Los cingaleses se pasan la noche entera escuchando el recitado de esta obra sin dar muestras de cansancio, y un gran número de játakas les son familiares incluso a las mujeres.

Robert Spence Hardy, A manual of Buddhism, in its modern development. Londres: Williams &Norgate, 1860, págs. 99-101
Ilustración inspirada en el dibujo de una jarra de Damasco

La verdad de los mitos

FIGURA HN_RIO GRANDE

 

Los mitos son ante todo ‘verdades ficticias’ que transmiten verdades importantes para la vida; para nosotros, sin embargo, y a veces para los indios, son ficticios. Los tewa del pueblo de Santa Clara de Nuevo México introducen algunos relatos con palabras como éstas: ‘En un lugar que nunca fue, en un tiempo que nunca fue, esto no sucedió’.

Los indios nootka de la isla de Vancouver insisten en la verdad literal de los relatos que hablan de cómo el fundador de un linaje obtuvo las prerrogativas de éste. Dichos relatos son ciertos porque la aventura inicial tuvo lugar y la historia se ha transmitido desde entonces a través de una cadena sucesoria conocida. Pero, [entre los nootka,] es posible referirse en inglés a los mitos como ‘cuentos de hadas’. La herencia, en suma, es un hecho histórico; las verdades de los mitos pueden ser de otros tipos.

América del Norte; Dell Hymes, “Notes toward (an understanding of) supreme fictions”, in I know only so far: Essays in Ethnopoetics, Lincoln & London: University of Nebraska Press, 2003, pág. 382 
Ilustración inspirada en un motivo indígena de la zona de Río Grande

 

Érase que se era, érase que no se era

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Érase que se era, érase que no se era, cuando el cedazo estaba en la paja, cuando el camello era pregonero y el gallo barbero, cuando Alá tenía muchas criaturas pero era pecado hablar demasiado…

Fórmula de inicio turca; Warren S. Walker y Ahmet E. Uysal, More Tales Alive in Turkey, Lubbock: Texas Tech University Press, 1992, pág. 154
Ilustración inspirada por un dibujo tradicional de Letonia