El cuento empieza donde la razón termina

Af a mayse fregt men nish ken kashe!” [Yiddish, uno  no hace preguntas sobre un relato], reza un viejo dicho yiddish, y el motivo es comprensible: kashe y mayse están en polos opuestos. Donde kashe procede de la razón, la lógica y la realidad, mayse necesariamente empieza donde la razón termina. Kashe se origina en el cerebro, y mayse en el corazón. Kashe pregunta: ¿cómo es esto posible? Mientras que mayse no conoce límites. Es, por tanto, obvio por qué uno no hace una kasha [pregunta], que compete totalmente a la realidad, sobre un mayse [relato], que compete totalmente a la fantasía.

Abraham Rechtman, The Lost World of Russia’s Jews: Ethnography and Folklore in the Pale of Settlement, traducción de N. Deutsch y N. Barrera, Bloomington: Indiana University Press, 2012, pág. 254

Ilustración inspirada en un dibujo textil japonés

La extraña expresión de sus ojos mientras cantaba

La hija del kapala [cacique del pueblo] y una compañera exigieron dos florines cada una por contarme folklore, ante lo cual expresé mi deseo de escuchar primero lo que podían contar. La compañera insistió en que antes el dinero, pero la esposa del kapala, que era una mujer encantadora, empezó a cantar, y su amiga se unió a menudo a la canción. Se trataba de la oración preliminar, sin la cual no se podían contar historias. La mujer era una blian [chamán], y su forma de narrar leyendas, me informó, consistía en delinear relatos en forma de canción.

Puesto que no tenía a nadie para que me tradujera, de mal grado me vi obligado a renunciar a su demostración, aunque encontré interesante observar la extraña expresión de sus ojos mientras cantaba, y la apariencia de estar en trance que mantenía. Otro aspecto notable era el intenso apego de sus perros, que centraron constantemente sus ojos en ella, y acompañaron sus movimientos con extraños sonidos guturales.

Dayak, Borneo central; Carl Lumholtz, Through Central Borneo: An Account of Two Years’ Travel in the Land of the Head-Hunters Between the Years 1913 and 1917, Singapur: Oxford University Press, págs. 137-138

Ilustración inspirada en una pintura rupestre de Kimberley, Australia

Nunca le escuché narrar un cuento hasta dos veces

Aquí en nuestra celda, los varones, todas las noches nos juntábamos en medio de velas y mecheros, haciendo círculos como para la merienda de una faena. Aquí seguíamos hilando entre risas y sin preocupaciones, escuchando los cuentos de los cuentesteros. Nunca, como en la cárcel, he escuchado tantos cuentos, que hasta ahora los recuerdo todavía, algunos de ellos.

[. . .]

De noche, la celda parecía un matrimonio, llena de velas y mecheros a kerosene. Así, entre hilando e hilando, nos contábamos cuentos hasta altas horas de la noche. Para eso de cuentos, Matico Quispe era especial. Él era preso del pueblo de Oropesa y su mujer era de Huaro, donde él vivía. Aquí, cuando estaba de pongo tendalero, en la hacienda de un señor Díaz, cierta noche del tendal desaparecieron tres costales de semillas de maíz. Él era inocente, pero el hacendado no creía.

Más bien lo denunció en Urcos, donde su cuñado que era juez, como ladrón de su tendal. Por eso Matico estaba preso. Matico era especial, pues desde aquella vez de la cárcel de Urcos, hasta ahora, nunca me he topado con otro paisano que sea tan cuentestero como Matico. Él era tan cuentestero que nunca le escuché, el tiempo que estuve en la cárcel, narrar un cuento hasta dos veces. Todo estaba listo en su cabeza.

Gregorio Condori Mamani, De nosotros los Runas: Autobiografía, con Ricardo Valderrama Fernández y Carmen Escalante Gutiérrez, Madrid: Alfaguara, 1983, págs. 49, 52; Gregorio Condori Mamani es quechua del pueblo de Acopía, en Perú

Ilustración inspirada en una imagen de inspiración budista

Pero no nos dormíamos

Supe de Coyote y de las cosas que puede hacer porque mi padre nos contaba historias sobre cómo empezó el mundo y cómo Coyote ayudó a nuestro Creador, Hermano Mayor, a poner las cosas en orden. Sólo algunos hombres conocen estas historias, pero mi padre era uno de ellos. En las noches de invierno, cuando nos terminábamos las gachas o el estofado de conejo y estábamos tumbados en nuestras esteras, mis hermanos le decían:

–Padre, cuéntenos algo.

Mi padre se tumbaba en silencio sobre su estera, con mi madre a su lado y el bebé entre ellos. Al cabo, empezaba lentamente a contarnos sobre cómo empezó el mundo. Este es un relato que sólo se puede contar en invierno, cuando las serpientes no rondan por ahí, porque si lo escucharan las serpientes entrarían arrastrándose y te morderían. Pero en invierno, cuando las serpientes duermen, contamos estas cosas. Nuestro relato sobre el mundo está repleto de canciones, y cuando los vecinos escuchaban cantar a mi padre abrían la puerta de nuestra casa y franqueaban el alto umbral. Familia tras familia venían, y hacían un gran fuego y mantenían la puerta cerrada ante la fría noche. Cuando mi padre terminaba una frase, todos decíamos a continuación la última palabra. Si alguien se dormía, él paraba. Ya no seguía hablando. Pero no nos dormíamos.

R. M. Underhill, Papago Woman, Long Grove, Ill.: Waveland Press, pág. 50

Ilustración inspirada en el arte del pueblo Klickitat de la costa noroeste de América

Un proceso continuo de ficcionalización

Nuestra vida social y personal es un proceso continuo de ficcionalización, a medida que interiorizamos nuestro otro-que-no-somos, lo dramatizamos, lo imaginamos, hablamos por él y a través de él. La precisión de esta ficcionalización nunca está garantizada, pero sin una capacidad para al menos adivinar lo que el otro pueda estar pensando no podríamos en absoluto tener una vida social.  Una de las cosas que hizo la ficción fue hacer de este proceso algo explícito, visible. Toda narración de historias es la invitación a entrar en un espacio paralelo, una arena hipotética, en la que tienes un acceso imaginado a cualquier cosa que no seas tú. Y si la ficción creía algo sobre sí misma, esto era que en el ADN de la ficción había empatía, que era el producto de la compasión.

Zadie Smith, “Fascinated to Presume: In Defense of Fiction”, New York Review of Books, r 24 de octubre de 2019, pág. 8

Ilustración basada en un amuleto Haida (gran garza azul y humano), conservado en el Royal British Museum

El tema es el recitado

[En el Kalevala] todos los objetos y criaturas son parte de un continuum vital en constante comunicación mutua. Es un mundo que nunca está en silencio. Casi se diría que el ruido lo mantiene con vida. Los objetos inanimados vibran con una especie de temblor panteísta. Los muros, suelos y vigas de la casa se agitan, crujen y cantan de expectación por la novia que vendrá. Nada permanece inmóvil; hasta los muertos no están muertos, simplemente en otro lugar. Por supuesto, todo este sonido y movimiento los plasmaba originalmente una voz que salmodiaba sin interrupción; las descripciones sonoras deben de haber proporcionado oportunidades perfectas para estimular a los oyentes a concentrarse en el hilo conductor del relato. El recitado no era sólo el medio de expresión de los poemas del Kalevala: era su tema primordial. Las palabras y la música que la acompañaban encarnan una magia suprema.

Geoffrey O’Brien, “Magic Sayings by the Thousands”, New York Review of Books, 4 de noviembre de 2021, pág. 36

Ilustración inspirada en el logotipo de la Kalevala Society

Tras imponer silencio 

Y ocupados así en distintas tareas, el bueno de Robin, tras imponer silencio, empezaba el cuento de la cigüeña, en el tiempo en que los animales hablaban o sobre cómo Renard el zorro robó el pescado; cómo logró que las lavanderas apalearan al lobo cuando aprendía a pescar; cómo el perro y el gato se fueron bien lejos; sobre el león, rey de los animales, que hizo del asno su lugarteniente, y quiso ser rey de todo; sobra la corneja, que al graznar perdió su queso; sobre Melusina; sobre el hombre lobo, sobre el pellejo de Anette; sobre el monje borracho, sobre las hadas, y que a menudo hablaba con ellas de tú a tú, incluso al atardecer, al pasar por el sendero, y que las vio bailar animadamente, junto a la fuente de Cormier, al son de una gaita cubierta de cuero rojo. 

Noël du Fail, Propos rustiques, Baliverneries, Contes et discours d`Eutrapel, edición de J. Marie Guichard, Paris: Librarie de Charles Gosselin, 1842, pág. 43. La obra se publicó originalmente en 1548 

Ilustración inspirada en un dibujo andino

Virtudes de un relato

El autor anónimo de la saga irlandesa del siglo XIV Altram Tige Dá Medar, «La nutrición de la casa de las dos vasijas de leche» cuenta la conmovedora historia de Ethne, una muchacha del mundo de los sidhe, seres parecidos a los humanos que viven en los túmulos y montículos de Irlanda y son inmortales. Después de ser avergonzada por Finbarr, hermano de Aengus, su padre adoptivo, Ethne sólo puede alimentarse de la leche de dos vacas traídas de la India que ella misma debe ordeñar. Siglos después, Ethne, que ha alcanzado la humanidad, y por tanto la mortalidad, gracias a su conversión al cristianismo, muere en brazos de san Patricio. La conclusión de la saga es como sigue:

Y Patricio ordenó que no se durmiera ni conversara durante la narración de esta historia, y no se contara sino a un puñado de buena gente, para que así se la escuchara mejor; muchas otras virtudes obtuvo [el relato], como se dice en esta elegía:

Cava la tumba de la generosa Ethne

en el camposanto junto al Boyne de verdes aguas.

Por la doncella de radiante conocimiento

no se alegrará la hueste de Aengus.

Yo [Patricio] y Aengus, diestro en las armas,

dos cuyas intenciones secretas difieren,

no tuvimos sobre la superficie de esta tierra

otra amada como Ethne.

Legaré estas virtudes

al relato de Ethne del bello Maigue.

Éxito con los niños, éxito con una hermana o hermano de leche,

para aquellos a los que el relato sorprenda durmiendo con bellas mujeres.

Si hablas de «La nutrición»

antes de embarcarte en una nave o bajel

regresarás salvo y próspero

sin daño de las olas y marejadas.

Si hablas de «La nutrición»

[antes de asistir a un] juicio o cacería,

tu caso [prosperará],

todos serán sumisos ante ti.

Narra la historia de Ethne

cuando lleves a casa una esposa espléndida;

buena será la decisión tomada:

ella será un éxito como consorte y madre.

Narra la historia de la noble Ethne

antes de entrar en un nuevo salón para banquetes:

no incurrirás en enconadas peleas ni locuras,

no blandirás armas aguerridas y afiladas.

Cuenta, acompañada por un instrumento

la historia de Ethne a un rey de copioso séquito:

no tendrá motivo de arrepentirse,

siempre que escuche sin conversación.

Si le cuentas esta historia

a los cautivos de Irlanda,

será como si abrieras

sus grilletes y ataduras.

Una bendición para el alma

que ocupó el bello cuerpo de Ethne;

todo el que posea esta elegía

alcanzará su objetivo.

[…]

Que se escriban en nuestras escuelas,

los milagros generosos de Ethne, y que se vean.

Que su cuerpo yazga en este mundo nuestro,

y en el cementerio sea enterrado.

Lilian Duncan, “Altram Tige Dá Medar”, Ériu, vol. 11, 1932, pp. 224-225

Ilustración inspirada en la imagen de un kamon japonés

Los mitos son cefalópodos

La memoria es la mejor biblioteca portátil y la cabeza de un hombre es el mejor medio para transportar la mitología. La utilidad de un libro está en registrar para la posteridad, y en elevar pensamientos bajos hasta los intelectos elevados de quienes han aprendido a leer. Los mitos son cefalópodos.

En mis viajes sin rumbo he llegado a entender a aquellos para los que viajar sin destino fijo es una forma de vida, y me he dado cuenta de cuáles son sus maneras de aprender, enseñar y pensar. […] Sé por experiencia propia que los hombres emigran y viajan; he aprendido que lo han hecho desde el principio de la Historia, antes de que hubiera libros. Sé que los cuentos y tradiciones que los hombres recuerdan, viajan con ellos y se propagan, desde sus bocas y a través de sus oídos, a otras mentes. Sé por experiencia propia cómo viajan los mitos. Viajan con los hombres.

John Francis Campbell, My Circular Notes. Vol. 2. Londres: Macmillan, 1876, págs. 199-202.

Ilustración inspirada en una pintura rupestre del Cabo Oriental, Sudáfrica

Quizá nunca sea posible escuchar el final

A los khanty [de Siberia] les encanta narrar cuentos maravillosos, sobre todo por la noche. En los campamentos del bosque, cuando todos se van a acostar, un anciano sigue contando historias mientras haya alguien que siga despierto. Una de mis amigas me dijo que, de niña, intentaba no quedarse dormida mientras el anciano narraba historias, pero que nunca logró escuchar el final. Quizá nunca sea posible escuchar el final porque lo que normalmente se traduce como «un cuento maravilloso» o «un relato», significa realmente «una senda» o «una senda como destino». Mi buen amigo y maestro Leonti Taragupta me habló una vez de esto.

Natalia I. Novikova, «Self-Government of the Indigenous Minority Peoples of West Siberia: Analysis of Law and Practice», de People and the Land. Pathways to Reform in Post-Soviet Siberia, ed. Erich Kasten, Berlin: Dietrich Reimer Verlag, 2002, pp. 83-97

Ilustración: Énso