De las entrañas de los vivos

[Que mi trabajo no es pequeño] es cosa patente pues, habiendo falta de escrituras, tengo de andar mendigando de uno en otro, sacando de las entrañas de los vivos lo que vieron los ojos de los muertos, haciendo presentes las cosas pasadas, y las que están ya en las tinieblas del olvido envueltas sacarlas a la luz y memoria.

Fray Alonso de Espinosa, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, edición de Alejandro Cioranescu, Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones, 1980, p. 16; la primera edición es de 1594

Ilustración inspirada en un estandarte turco

Un proceso continuo de ficcionalización

Nuestra vida social y personal es un proceso continuo de ficcionalización, a medida que interiorizamos nuestro otro-que-no-somos, lo dramatizamos, lo imaginamos, hablamos por él y a través de él. La precisión de esta ficcionalización nunca está garantizada, pero sin una capacidad para al menos adivinar lo que el otro pueda estar pensando no podríamos en absoluto tener una vida social.  Una de las cosas que hizo la ficción fue hacer de este proceso algo explícito, visible. Toda narración de historias es la invitación a entrar en un espacio paralelo, una arena hipotética, en la que tienes un acceso imaginado a cualquier cosa que no seas tú. Y si la ficción creía algo sobre sí misma, esto era que en el ADN de la ficción había empatía, que era el producto de la compasión.

Zadie Smith, “Fascinated to Presume: In Defense of Fiction”, New York Review of Books, r 24 de octubre de 2019, pág. 8

Ilustración basada en un amuleto Haida (gran garza azul y humano), conservado en el Royal British Museum

El canto y el héroe se crean mutuamente 

Cuando, en el clímax de la Odisea, el disfrazado Odiseo –que se prepara para abatir a los intrusos que le están robando y cortejan a su esposa–, arma su gran arco “cual un hábil citarista y cantor tiende fácilmente con la clavija nueva la cuerda”, y tañe el arma para producir una nota musical. Con este símil espléndido, Homero fusiona los hechos sobre los que canta con el arte del cantor. El canto crea al héroe, pero héroe también crea el canto. 

James Romm, “A Journey into Homer’s World”, New York Review of Books, Septiembre 23, 2021, pág. 51 

Ilustración inspirada en la cerámica de la cultura Mimbres, Nuevo México

La mejor manera de contar un relato

Por esto la presencia de la palabra polytropos, “de muchos giros”, “circundado muchas veces”, en el primer verso de la Odisea es una insinuación sobre la naturaleza no sólo del héroe del poema sino del poema mismo, al sugerir, como hace, que la mejor manera de contar cierto tipo de relato es no avanzar en línea recta, si no círculos amplios, cargados de historia. 

Daniel Mendelsohn, An Odyssey: A Father, a Son and an Epic, Nueva York: Vintage Books, 2018, pág. 33.

Ilustración basada en un animal compuesto del imaginario del mundo antiguo

Tras imponer silencio 

Y ocupados así en distintas tareas, el bueno de Robin, tras imponer silencio, empezaba el cuento de la cigüeña, en el tiempo en que los animales hablaban o sobre cómo Renard el zorro robó el pescado; cómo logró que las lavanderas apalearan al lobo cuando aprendía a pescar; cómo el perro y el gato se fueron bien lejos; sobre el león, rey de los animales, que hizo del asno su lugarteniente, y quiso ser rey de todo; sobra la corneja, que al graznar perdió su queso; sobre Melusina; sobre el hombre lobo, sobre el pellejo de Anette; sobre el monje borracho, sobre las hadas, y que a menudo hablaba con ellas de tú a tú, incluso al atardecer, al pasar por el sendero, y que las vio bailar animadamente, junto a la fuente de Cormier, al son de una gaita cubierta de cuero rojo. 

Noël du Fail, Propos rustiques, Baliverneries, Contes et discours d`Eutrapel, edición de J. Marie Guichard, Paris: Librarie de Charles Gosselin, 1842, pág. 43. La obra se publicó originalmente en 1548 

Ilustración inspirada en un dibujo andino

Echar sombras a la lumbre

peces

Contar una historia es echar sombras a la lumbre. En ese preciso instante, todo lo que la palabra revela lo consume el silencio. Solo quien reza entregando por completo el alma sabe lo que significa ese arder y esa caída de la palabra en los abismos.

Mia Couto, La confesión de la leona, traducción de Rosa Martínez-Alfaro, Madrid: Alfaguara, 2016, pág. 79
Ilustración basada en una imagen de inspiración budista

La narración de historias siempre podrá defenderse sola

RHINO HOM. NARRR

No estoy defendiendo el arte que practico. La novela, la narración de historias en general, siempre podrá defenderse sola. […]

La narración de historias puede defenderse sola. ¿Es esto cierto? ¿Han sido los censores tan ineficaces siglo tras siglo? Sí, lo han sido. Son ineficaces porque, al establecer las normas que los relatos no podían transgredir, y al hacer cumplir estas normas, no se dan cuenta de que el carácter ofensivo de los relatos no está en que transgredan normas concretas, sino en su capacidad para crear y alterar sus propias normas. […] Porque (y parodio un tanto esta postura) un relato no es un mensaje con un envoltorio, un envoltorio retórico o estético. No es un mensaje al que se añade un residuo, el residuo, el arte con el que el mensaje está recubierto por el residuo, formando la temática de la retórica o la estética, o la apreciación literaria. En las historias no hay añadidos. No están compuestas por una cosa a la que se añade otra, mensaje más vehículo, subestructura más superestructura. En el teclado con el que se escriben, la tecla + no funciona. Siempre hay una diferencia; y la diferencia no es una parte, la parte que queda atrás después de la substracción. La tecla – tampoco funciona: la diferencia lo es todo.

La narración de historias (dejen que me repita aún a riesgo de aburrirles) no es una forma de hacer que los mensajes sean, como suele decirse, ‘efectivos’. La narración de historias es otra [another] forma de pensar, una forma otra de pensar [an other mode of thinking]. Es más venerable que la Historia, tan antigua como la cucaracha. Como las cucarachas, las narraciones pueden consumirse. No hay más que arrancarles las alas y echarles un poco de sal. Son nutritivas, hasta cierto punto, aunque si lo que de verdad quieres es nutrición probablemente la buscarás por otro lado. Las cucarachas también pueden colonizarse. Puedes atraparlas en una trampa para cucarachas, criarlas (con gran facilidad), concentrarlas en granjas de cucarachas. Puedes atravesarlas con alfileres y ponerlas en vitrinas, etiquetadas. Puedes usar sus alas para cubrir las pantallas de las lámparas. Puedes realizar diminutas disecciones de su sistema respiratorio, puedes teñirlas, fotografiarlas, enmarcarlas y colgarlas de la pared. Puedes, si quieres, secarlas y, hacerlas polvo y mezclarlas con explosivos de alta potencia y transformarlas en bombas. Puedes incluso hacer relatos sobre ellas, como hizo Kafka, aunque esto es muy difícil. Una de las cosas que, según parece, no puedes hacer, es erradicarlas. Se reproducen, como dice el tropo, como moscas, y en las circunstancias más crudas. Se desconoce el motivo por el que están en la Tierra, la cual, probablemente, sería un lugar más agradable –sin duda más fácil de entender– sin ellas. Se dice que seguirán aquí cuando nosotros, y todos nuestros artefactos, hayamos desaparecido.

A esto se le llama parábola –una forma cultivada por grupos marginales, grupos que no tienen lugar en las corrientes dominantes, en la trama principal de la Historia–, porque es difícil determinar qué es lo que quiere decir.

Al final, sigue habiendo una diferencia entre una cucaracha y un relato, y la diferencia sigue siéndolo todo.

J. M. Coetzee, “The Novel Today”, Upstream , vol. 6, 1988, págs. 3-4
Ilustración inspirada en el dibujo de un rinoceronte en la Cueva de Chauvet, Francia

 

La verdad, las mentiras y los sueños

inuit

Para ser un individuo, se debe ser también nada. Para conocerse a sí mismo, se debe ser capaz de no conocer nada. Los asómnicos conocen el mundo de manera continua e inmediata, sin instantes vacíos, sin espacio para la individualidad. Al no tener sueños, no cuentan historias y por tanto no tienen necesidad de lenguaje. Sin lenguaje, no hay espacio para la mentira. Tampoco para el futuro. Viven aquí, ahora, en perfecto contacto. Viven en la más pura facticidad. Pero no pueden vivir en la verdad, porque el camino a la verdad, dice el filósofo, discurre a través de las mentiras y los sueños.

Ursula K. LeGuin, La isla despierta, en Planos paralelos, Barcelona, Minotauro, 2005, pág. 173, trad. de Manuel Manzano, revisada por Carme López
Ilustración inspirada en un dibujo Inuit

Contar un relato

Budista 1

Contar un relato no equivale a tejer un tapiz para cubrir el mundo; es más bien una forma de guiar la atención de los oyentes hacia su interior. La persona capaz de «narrar» es la que está perceptualmente preparada para captar en el entorno información que a otros, menos diestros en la tarea de la percepción, podrían pasarles inadvertidas, y el narrador, al hacer explícito este conocimiento, conduce la atención del público por los mismos caminos que él.

Tim Ingold, “The Temporality of the Landscape”, World Archaeology, vol. 25, 1993, p. 153
Ilustración basada en una imagen de inspiración budista