Nuestra religión tenía un acusado aspecto novelesco

Los niños encontrábamos en nuestra religión un acusado aspecto novelesco. Sin lugar a dudas, las historias de grandes santos como Milarepa y el sabio Pema Dahul de Nyarong quedaron nítidamente grabadas en nuestras mentes adolescentes. Era muy comprensible. Los relatos de estos hombres eran casi todos emocionantes y estaban llenos de aventuras: ascetas que se enfrentaban a malvados hechiceros y fuerzas demoníacas, que meditaban en silencio en rincones inaccesibles de la montaña, y que mediante procedimientos milagrosos se proyectaban hacia mundos extraños y hacia los confines del universo. Los protagonistas de estos relatos eran intensamente reales, sabios y compasivos, y de una fuerza tan implacable que ningún niño podía evitar venerarlos como a héroes. Muchos hombres renunciaban a sus posesiones terrenales y adoptaban una vida de contemplación y esfuerzo religioso. Hasta los niños, en ocasiones, escapaban de casa para emular a sus santos héroes.

Los relatos de batallas y emboscadas, valor y osadía, gozaban también de una gran popularidad en el Tíbet oriental. Los mejores y más violentos eran las Epopeyas de Gesar. Estos relatos épicos estaban en verso y los cantaban bardos ambulantes. […] En estas epopeyas abundan personajes no humanos como dioses, titanes feroces, demonios e íncubos con los que Gesar tenía que vérselas. Hay también en ellos bellas doncellas a las que hay rescatar y seducir, caballos voladores y espadas mágicas que cantaban advertencias cuando el enemigo estaba próximo.

Gesar y sus guerreros no morían jamás, e incluso ahora, pasados casi mil trescientos años, los viajeros que cabalgan por las grandes llanuras del norte los han visto. […]

Yo escuchaba estos relatos durante horas, y en mi corazón acostumbraba a despertarse un anhelo grande e intenso. A decir verdad, hay un proverbio tibetano que dice:

Los relatos de Milarepa podrían transformar

al hijo de un hombre rico en una persona santa.

Pero las epopeyas de Gesar sin duda

al niño mendigo lo ensartaran con una espada.

Jamyang Norbu, Warriors of Tibet: the story of Aten and the Khampas’ fight for the freedom of their country, Londres: Wisdom Publications, 1986, págs. 18-19.

Ilustración inspirada en el arte de la cultura Pazyryk

Virtudes de un relato

El autor anónimo de la saga irlandesa del siglo XIV Altram Tige Dá Medar, «La nutrición de la casa de las dos vasijas de leche» cuenta la conmovedora historia de Ethne, una muchacha del mundo de los sidhe, seres parecidos a los humanos que viven en los túmulos y montículos de Irlanda y son inmortales. Después de ser avergonzada por Finbarr, hermano de Aengus, su padre adoptivo, Ethne sólo puede alimentarse de la leche de dos vacas traídas de la India que ella misma debe ordeñar. Siglos después, Ethne, que ha alcanzado la humanidad, y por tanto la mortalidad, gracias a su conversión al cristianismo, muere en brazos de san Patricio. La conclusión de la saga es como sigue:

Y Patricio ordenó que no se durmiera ni conversara durante la narración de esta historia, y no se contara sino a un puñado de buena gente, para que así se la escuchara mejor; muchas otras virtudes obtuvo [el relato], como se dice en esta elegía:

Cava la tumba de la generosa Ethne

en el camposanto junto al Boyne de verdes aguas.

Por la doncella de radiante conocimiento

no se alegrará la hueste de Aengus.

Yo [Patricio] y Aengus, diestro en las armas,

dos cuyas intenciones secretas difieren,

no tuvimos sobre la superficie de esta tierra

otra amada como Ethne.

Legaré estas virtudes

al relato de Ethne del bello Maigue.

Éxito con los niños, éxito con una hermana o hermano de leche,

para aquellos a los que el relato sorprenda durmiendo con bellas mujeres.

Si hablas de «La nutrición»

antes de embarcarte en una nave o bajel

regresarás salvo y próspero

sin daño de las olas y marejadas.

Si hablas de «La nutrición»

[antes de asistir a un] juicio o cacería,

tu caso [prosperará],

todos serán sumisos ante ti.

Narra la historia de Ethne

cuando lleves a casa una esposa espléndida;

buena será la decisión tomada:

ella será un éxito como consorte y madre.

Narra la historia de la noble Ethne

antes de entrar en un nuevo salón para banquetes:

no incurrirás en enconadas peleas ni locuras,

no blandirás armas aguerridas y afiladas.

Cuenta, acompañada por un instrumento

la historia de Ethne a un rey de copioso séquito:

no tendrá motivo de arrepentirse,

siempre que escuche sin conversación.

Si le cuentas esta historia

a los cautivos de Irlanda,

será como si abrieras

sus grilletes y ataduras.

Una bendición para el alma

que ocupó el bello cuerpo de Ethne;

todo el que posea esta elegía

alcanzará su objetivo.

[…]

Que se escriban en nuestras escuelas,

los milagros generosos de Ethne, y que se vean.

Que su cuerpo yazga en este mundo nuestro,

y en el cementerio sea enterrado.

Lilian Duncan, “Altram Tige Dá Medar”, Ériu, vol. 11, 1932, pp. 224-225

Ilustración inspirada en la imagen de un kamon japonés

Desecha los cuentos de viejas

MUJER KIMBERLEY ABORIG-RED

«Si enseñas esto a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido en las palabras de la fe y de la buena doctrina que has alcanzado. Cuanto a las fábulas impías y los cuentos de viejas, deséchalos» (I Timoteo, 4: 6-7).

Así la traducción de Nácar y Colunga. La traducción, más literal, de Bover y Cantera dice:

«Si estas cosas sugieres a los hermanos serás excelente ministro de Cristo Jesús, nutriéndote con la palabra de la fe y de la buena doctrina que has seguido. En cambio, esas fábulas profanas y propias de viejas, evítalas»

Ilustración inspirada en una pintura rupestre de Kimberley, Australia.