Hay integrada en nosotros una necesidad de contar historias

Creo que hay integrada en nosotros una necesidad de contar historias, crear relatos, encontrarle un sentido narrativo al mundo (físico, social, etc.); el pensamiento narrativo se desarrolla muy claramente mucho antes que el pensamiento “paradigmático” … y uno lo ve enormemente desarrollado, por ejemplo, en las personas con síndrome de Williams (junto a su precocidad verbal y social en general), junto a profundos defectos en su comprensión de las operaciones lógicas más sencillas (sobre todo las espaciales). Lo que me ha fascinado de forma especial es el tipo de narración frenética (y obviamente, para la persona que narra, vital) que describo, por ejemplo, en “Una cuestión de identidad”. Y si no puede ser un relato racional, será uno fantástico.

Oliver Sacks, carta a Lewis Wolpert, 25 de febrero de 2001, en Oliver Sacks, Letters, edited by Kate Edgar, Londres: Picador, pág. 561

Ilustración basada en un amuleto Haida (gran garza azul y humano), conservado en el Royal British Museum

Nuestra religión tenía un acusado aspecto novelesco

Los niños encontrábamos en nuestra religión un acusado aspecto novelesco. Sin lugar a dudas, las historias de grandes santos como Milarepa y el sabio Pema Dahul de Nyarong quedaron nítidamente grabadas en nuestras mentes adolescentes. Era muy comprensible. Los relatos de estos hombres eran casi todos emocionantes y estaban llenos de aventuras: ascetas que se enfrentaban a malvados hechiceros y fuerzas demoníacas, que meditaban en silencio en rincones inaccesibles de la montaña, y que mediante procedimientos milagrosos se proyectaban hacia mundos extraños y hacia los confines del universo. Los protagonistas de estos relatos eran intensamente reales, sabios y compasivos, y de una fuerza tan implacable que ningún niño podía evitar venerarlos como a héroes. Muchos hombres renunciaban a sus posesiones terrenales y adoptaban una vida de contemplación y esfuerzo religioso. Hasta los niños, en ocasiones, escapaban de casa para emular a sus santos héroes.

Los relatos de batallas y emboscadas, valor y osadía, gozaban también de una gran popularidad en el Tíbet oriental. Los mejores y más violentos eran las Epopeyas de Gesar. Estos relatos épicos estaban en verso y los cantaban bardos ambulantes. […] En estas epopeyas abundan personajes no humanos como dioses, titanes feroces, demonios e íncubos con los que Gesar tenía que vérselas. Hay también en ellos bellas doncellas a las que hay rescatar y seducir, caballos voladores y espadas mágicas que cantaban advertencias cuando el enemigo estaba próximo.

Gesar y sus guerreros no morían jamás, e incluso ahora, pasados casi mil trescientos años, los viajeros que cabalgan por las grandes llanuras del norte los han visto. […]

Yo escuchaba estos relatos durante horas, y en mi corazón acostumbraba a despertarse un anhelo grande e intenso. A decir verdad, hay un proverbio tibetano que dice:

Los relatos de Milarepa podrían transformar

al hijo de un hombre rico en una persona santa.

Pero las epopeyas de Gesar sin duda

al niño mendigo lo ensartaran con una espada.

Jamyang Norbu, Warriors of Tibet: the story of Aten and the Khampas’ fight for the freedom of their country, Londres: Wisdom Publications, 1986, págs. 18-19.

Ilustración inspirada en el arte de la cultura Pazyryk

Las familias numerosas cuentan más historias

Mis padres eran médicos en un hospital. La primera imagen que recuerdo de mi padre eran sus zuecos inmaculadamente blancos cubiertos con gotas de sangre del último paciente al que había operado. Los mediodías, los niños veíamos en sus caras la presión a la que estaban sometidos, la preocupación por la vida o la muerte de sus pacientes…

Sin embargo, fue una infancia muy feliz. Compensábamos esa presión por medio del disfrute compartido del arte (música, etc.), pero sobre todo contándonos historias. Eso despertó  tempranamente en mí el deseo de narrar, de contar historias, deseo al que doy cumplimiento por varios cauces distintos: cine, literatura… Pero historias dotadas de un asomo de esperanza, historias que pretenden hacer ligero lo pesado, viendo la cara cómica de la tragicidad.

He observado que los jóvenes alemanes son mucho más desgraciados que los procedentes de grandes familias, como los inmigrantes. Las familias nucleares europeas parecen haber perdido la capacidad de narrar. Y, cuando lo hacen, tienden enseguida al enfoque analítico, y no al enfoque puramente narrativo.

Doris Dörrie, cineasta alemana, en una entrevista con Victor Amela; extracto de las notas de la intérprete, Rosa Sala Rose

Ilustración inspirada en pinturas rupestres bosquimanas del Cederberg, Sudáfrica

De las entrañas de los vivos

[Que mi trabajo no es pequeño] es cosa patente pues, habiendo falta de escrituras, tengo de andar mendigando de uno en otro, sacando de las entrañas de los vivos lo que vieron los ojos de los muertos, haciendo presentes las cosas pasadas, y las que están ya en las tinieblas del olvido envueltas sacarlas a la luz y memoria.

Fray Alonso de Espinosa, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, edición de Alejandro Cioranescu, Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones, 1980, p. 16; la primera edición es de 1594

Ilustración inspirada en un estandarte turco

El lugar de los mitos

Los bella coola coinciden en que el más importante de sus seres sobrenaturales es Älquntäm, la divinidad suprema, creador de hombres y animales […]. Otros nombres con los que se le conoce se detallan a continuación:

[…]

Smaiaikila, «El hombre cuento», porque Älquntäm creó los mitos ancestrales al mismo tiempo que creó la humanidad. […]

Smaialotla, «De quien proceden, y a quien pertenecen, todos los mitos». Como creador de mitos tenidos en muy alta estima, la divinidad suprema es su dueño.

[…]

Aunque Älquntäm mora a menudo en el sol, su hogar está en la tierra plana encima del cielo, una casa enorme que figura de manera destacada en la mitología bella coola y en el pensamiento actual. […] [Uno de los nombres de la casa es] Nusmäta, «El lugar de los mitos».

T. F. McIlwraith, The Bella Coola Indians, vol. 1, Toronto: University of Toronto Press, 1948, págs. 32, 34

Ilustración inspirada por una escultura que representa un ancestro en Indonesia

Un proceso continuo de ficcionalización

Nuestra vida social y personal es un proceso continuo de ficcionalización, a medida que interiorizamos nuestro otro-que-no-somos, lo dramatizamos, lo imaginamos, hablamos por él y a través de él. La precisión de esta ficcionalización nunca está garantizada, pero sin una capacidad para al menos adivinar lo que el otro pueda estar pensando no podríamos en absoluto tener una vida social.  Una de las cosas que hizo la ficción fue hacer de este proceso algo explícito, visible. Toda narración de historias es la invitación a entrar en un espacio paralelo, una arena hipotética, en la que tienes un acceso imaginado a cualquier cosa que no seas tú. Y si la ficción creía algo sobre sí misma, esto era que en el ADN de la ficción había empatía, que era el producto de la compasión.

Zadie Smith, “Fascinated to Presume: In Defense of Fiction”, New York Review of Books, r 24 de octubre de 2019, pág. 8

Ilustración basada en un amuleto Haida (gran garza azul y humano), conservado en el Royal British Museum

En nuestra jerga “exprimir” significa “contar” 

–Escucha –dijo–, como eres americano seguro que has visto montones de películas, ¿no? ¿Leído cantidad de libros? ¿Leído un montón de novelas? 

Volví a asentir. 

–Estupendo. Creo que quizá podamos establecer una buena relación comercial. 

El parkhan [cabecilla] sonrió de oreja a oreja ante mi estupor. Entonces su actitud cambió y se puso muy serio e intenso, observándome directamente con apenas el deje de una sonrisa burlona en torno a sus ojos oscuros. […] 

–Escúchame –dijo con seriedad–. ¿Puedes exprimir una novela? 

Yo dije: 

–¿A qué te refieres con ‘exprimir’? 

–Ya sabes, en nuestra jerga ‘exprimir’ significa ‘contar’. ¿Podrías contarnos novelas, narrar historias? Lo mismo con películas. Aquí no tenemos narrador, y necesitamos historias. La vida está vacía sin una buena historia que te ayude seguir adelante día a día. ¿Podrías hacer eso? 

Alexander Dolgun y Patrick Watson, Alexander Dolgun’s Story: An American in the Gulag. Nueva York: Alfred A. Knopf 1974, págs. 141-142) 

Ilustración inspirada en un dibujo tradicional de Ruanda

Cada relato puede contener más de un mensaje 

[Para los yanyuwa del norte de Australia,] Liwingkinya [un lugar con imágenes pintadas] es nyiki-nganji, o pariente, de Walala [un lago]. Estos dos lugares están vinculados entre sí por medio de relatos, canciones y actividades humanas, y en los abrigos rupestres pueden observarse señales de esas actividades.

Las tradiciones orales que todavía sostienen Liwingkinya han sobrevivido gracias a no estar congeladas en la página impresa sino a que se las narre y cante repetidamente. Cada relato puede contener más de un mensaje. El oyente también es parte del evento; de un buen oyente se espera también que aporte distintas experiencias vitales al relato de estos lugares cada vez que se canta o narra sobre ellos, y todos aprenden entonces cosas diferentes cuando se reaviva a estos lugares mediante el discurso o el canto. Estas canciones y relatos fuerzan al oyente a pensar de nuevas maneras sobre las experiencias cotidianas.

Para los hombres y mujeres yanyuwa que conocen su territorio, cantar y contar historias es la forma de expresión más valorada, un arte que abarca cierto tipo de verdad que vive más allá de los marcos restrictivos del positivismo, el empirismo y lo que en occidente se podría llamar sentido común. 

J. Bradley, A. Kearney and L. M. Brady, “A lesson in time: Yanyuwa ontologies and meaning the Southwest Gulf of Carpentaria, Northern Australia”, en Oscar Moro Abadía y Martin Porr (eds.), Ontologies of Rock Art: Images, Relational Approaches, and Indigenous knowledges, London & New York: Routledge, pág. 126 

Ilustración inspirada por una escultura que representa un ancestro de Indonesia

Virtudes de un relato

El autor anónimo de la saga irlandesa del siglo XIV Altram Tige Dá Medar, «La nutrición de la casa de las dos vasijas de leche» cuenta la conmovedora historia de Ethne, una muchacha del mundo de los sidhe, seres parecidos a los humanos que viven en los túmulos y montículos de Irlanda y son inmortales. Después de ser avergonzada por Finbarr, hermano de Aengus, su padre adoptivo, Ethne sólo puede alimentarse de la leche de dos vacas traídas de la India que ella misma debe ordeñar. Siglos después, Ethne, que ha alcanzado la humanidad, y por tanto la mortalidad, gracias a su conversión al cristianismo, muere en brazos de san Patricio. La conclusión de la saga es como sigue:

Y Patricio ordenó que no se durmiera ni conversara durante la narración de esta historia, y no se contara sino a un puñado de buena gente, para que así se la escuchara mejor; muchas otras virtudes obtuvo [el relato], como se dice en esta elegía:

Cava la tumba de la generosa Ethne

en el camposanto junto al Boyne de verdes aguas.

Por la doncella de radiante conocimiento

no se alegrará la hueste de Aengus.

Yo [Patricio] y Aengus, diestro en las armas,

dos cuyas intenciones secretas difieren,

no tuvimos sobre la superficie de esta tierra

otra amada como Ethne.

Legaré estas virtudes

al relato de Ethne del bello Maigue.

Éxito con los niños, éxito con una hermana o hermano de leche,

para aquellos a los que el relato sorprenda durmiendo con bellas mujeres.

Si hablas de «La nutrición»

antes de embarcarte en una nave o bajel

regresarás salvo y próspero

sin daño de las olas y marejadas.

Si hablas de «La nutrición»

[antes de asistir a un] juicio o cacería,

tu caso [prosperará],

todos serán sumisos ante ti.

Narra la historia de Ethne

cuando lleves a casa una esposa espléndida;

buena será la decisión tomada:

ella será un éxito como consorte y madre.

Narra la historia de la noble Ethne

antes de entrar en un nuevo salón para banquetes:

no incurrirás en enconadas peleas ni locuras,

no blandirás armas aguerridas y afiladas.

Cuenta, acompañada por un instrumento

la historia de Ethne a un rey de copioso séquito:

no tendrá motivo de arrepentirse,

siempre que escuche sin conversación.

Si le cuentas esta historia

a los cautivos de Irlanda,

será como si abrieras

sus grilletes y ataduras.

Una bendición para el alma

que ocupó el bello cuerpo de Ethne;

todo el que posea esta elegía

alcanzará su objetivo.

[…]

Que se escriban en nuestras escuelas,

los milagros generosos de Ethne, y que se vean.

Que su cuerpo yazga en este mundo nuestro,

y en el cementerio sea enterrado.

Lilian Duncan, “Altram Tige Dá Medar”, Ériu, vol. 11, 1932, pp. 224-225

Ilustración inspirada en la imagen de un kamon japonés

Los mitos son cefalópodos

La memoria es la mejor biblioteca portátil y la cabeza de un hombre es el mejor medio para transportar la mitología. La utilidad de un libro está en registrar para la posteridad, y en elevar pensamientos bajos hasta los intelectos elevados de quienes han aprendido a leer. Los mitos son cefalópodos.

En mis viajes sin rumbo he llegado a entender a aquellos para los que viajar sin destino fijo es una forma de vida, y me he dado cuenta de cuáles son sus maneras de aprender, enseñar y pensar. […] Sé por experiencia propia que los hombres emigran y viajan; he aprendido que lo han hecho desde el principio de la Historia, antes de que hubiera libros. Sé que los cuentos y tradiciones que los hombres recuerdan, viajan con ellos y se propagan, desde sus bocas y a través de sus oídos, a otras mentes. Sé por experiencia propia cómo viajan los mitos. Viajan con los hombres.

John Francis Campbell, My Circular Notes. Vol. 2. Londres: Macmillan, 1876, págs. 199-202.

Ilustración inspirada en una pintura rupestre del Cabo Oriental, Sudáfrica