Recuperando el relato

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He encontrado la clave del sistema que (en los viejos tiempos) regía el matrimonio entre parientes lejanos, una cuestión que el año pasado me tenía desconcertado. Cuando la novia se casa, cierta parte del relato ancestral (smaiusta) de su padre se transmite al marido; por ejemplo, el derecho a tallar o pintar un cuervo en una caja para guardar comida. A menos que se vuelva a adquirir, el relato permanece en la familia del marido, pero a medida que el smaiusta se va transmitiendo, permanece el recuerdo de que parte de él está en otra familia y un hijo, nieto u otro descendiente del padre de la esposa intentará recuperarlo desposando a una mujer de la otra familia. Como lo expresan los bella coola, un hombre siempre ‘caza’ cuando contrae matrimonio, con el objeto de recuperar fragmentos de sus smaiustas.

 
De una carta del antropólogo canadiense  T. F. McIlwraith a Edward Sapir, 26 diciembre 1923 en At Home with the Bella Coola Indians: T. F. McIlwraith’s Field Letters, edited by John Barker and Douglas Cole, Vancouver: UBC Press, 2003 pp. 113-114
Ilustración inspirada en una pintura rupestre bossquimana del Cederberg, Sudáfrica

No cuentes nunca un solo cuento

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No cuentes nunca un sólo cuento. Añade siempre un segundo. De ese modo, el otro se tendrá en pie.

Tom Lowenstein, Ancient Land: Sacred Whale: The Inuit Hunt and Its Rituals, London: The Harvill Press, p. xii
Ilustración inspirada en un textil contemporáneo sudafricano

Inventar

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De pequeña, [Edith Wharton] tenía el curioso hábito de lo que ella llamaba «inventar». Antes de que aprendiera a leer, se sentaba durante horas con un libro en el regazo y fingía leer uno de los cuentos que contenía. Cuanto más negra y densa era la tipografía, mejor. Caminaba rápidamente arriba y abajo y entraba en una especie de éxtasis de composición verbal; en cierta ocasión, su madre intentó anotar lo que Edith decía, pero no pudo mantener el ritmo. Cuando una niña llegó de visita para jugar, Edith le pidió a su madre: «Entretenme a esa niña. Yo tengo que inventar». Más tarde, cuando aprendió a leer, su inmersión en textos reales se mantuvo en la línea de estas invenciones obsesivas.

Edmund White, “The House of Edith”, New York Review of Books, 26 April, 2007, pág. 39
Ilustración inspirada por los créditos de la serie de TV Juego de tronos 

¡Qué hermosa sería la vida de un narrador errante!

Corredores

Contarle historias a alguien que las escuche como historias, que no te conozca, que no espera oír literatura. ¡Qué hermosa sería la vida de un narrador errante! Alguien dice una palabra y tú cuentas la historia. No paras nunca, ni de día ni de noche, te quedas ciego, pierdes el uso de tus miembros, pero tu boca sigue prestándote servicios, y vas contando lo que te pasa por la mente. No posees nada, sólo un número infinito y cada vez mayor de historias.

Lo más hermoso sería que pudieras vivir sólo de las palabras y tampoco necesitaras comer.

Elias Canetti, Hampstead: Apuntes rescatados 1954-1971, traducción de Juan José del Solar, Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1996, p. 33.
Ilustración basada en una pintura rupestre bosquimana del Sur de África.