Mis padres eran médicos en un hospital. La primera imagen que recuerdo de mi padre eran sus zuecos inmaculadamente blancos cubiertos con gotas de sangre del último paciente al que había operado. Los mediodías, los niños veíamos en sus caras la presión a la que estaban sometidos, la preocupación por la vida o la muerte de sus pacientes…
Sin embargo, fue una infancia muy feliz. Compensábamos esa presión por medio del disfrute compartido del arte (música, etc.), pero sobre todo contándonos historias. Eso despertó tempranamente en mí el deseo de narrar, de contar historias, deseo al que doy cumplimiento por varios cauces distintos: cine, literatura… Pero historias dotadas de un asomo de esperanza, historias que pretenden hacer ligero lo pesado, viendo la cara cómica de la tragicidad.
He observado que los jóvenes alemanes son mucho más desgraciados que los procedentes de grandes familias, como los inmigrantes. Las familias nucleares europeas parecen haber perdido la capacidad de narrar. Y, cuando lo hacen, tienden enseguida al enfoque analítico, y no al enfoque puramente narrativo.
Doris Dörrie, cineasta alemana, en una entrevista con Victor Amela; extracto de las notas de la intérprete, Rosa Sala Rose
Ilustración inspirada en pinturas rupestres bosquimanas del Cederberg, Sudáfrica









