Antes de iniciar un recital del Manas, Keldibek dijo a sus pastores que acudieran sin temor al campamento porque su ganado regresaría a casa por sí mismo, y nadie, fuera persona o animal salvaje, podría robarles una oveja mientras él estuviera cantando el Manas. Pero cuando empezó a cantar la yurta se puso a temblar, se desató un poderoso huracán en medio de cuya oscuridad y estruendo descendieron volando los compañeros de Manas, de tal modo que se agitó la tierra bajo los cascos de sus caballos.
