
Autor: HN
Los cuentos actúan sobre ti como flechas

Pienso en la montaña llamada «Rocas blancas se extienden apiñadas» como si fuera mi abuela materna. Recuerdo historias de lo que en otros tiempos sucedió en esa montaña. Las historias que me contaron eran como flechas. Cuando estoy en otro sitio y oigo el nombre de la montaña, la veo. Su nombre es como una imagen. Los cuentos actúan sobre ti como flechas. Los cuentos te hacen vivir como es debido. Los cuentos hacen que te renueves.
(Benson Lewis, 64 años, apache de Cibecue, 1979)
Wisdom Sits in Places: Landscape and Language Among the Western Apache, Albuquerque: University of New Mexico Press, p. 38
Dibujo de Anansi, la araña del pueblo Ashanti
La sabiduría se asienta en los lugares

La sabiduría se asienta en los lugares. Es como agua que nunca se seca. ¿Verdad que para seguir vivo necesitas agua? Bueno, pues también necesitas beber de los lugares. Debes recordarlo todo sobre ellos. Debes aprender su nombre. Debes saber lo que hace mucho tiempo sucedió en ellos. Debes pensar sobre ello y no dejar de hacerlo. Entonces tu intelecto se volverá más y más ágil. Entonces verás el peligro antes de que suceda. Recorrerás un largo camino y vivirás largo tiempo. Serás sabio. La gente te respetará.
Dudley Patterson, notable apache de Cibecue
Dudley Patterson, Cibecue Apache elder; Wisdom Sits in Places: Landscape and Language Among the Western Apache, Albuquerque: University of New Mexico Press, p. 127
Ilustración inspirada en un dibujo del pueblo huichol de México
Prohibido cabecear
«Las canciones de los pápago se transmiten de cantor en cantor con más cuidado que los poemas de Homero. Un hombre sueña sus propias canciones y se las da a su hijo; pero antes de que naciera ya existía un corpus de magia mediante el cual los antepasados gobernaban su mundo. A este conjunto de cantos y relatos lo he llamado a veces la ‘Biblia pápago’. Como buena parte de la literatura no escrita del Sudoeste [de Estados Unidos], es mitad prosa y mitad verso […].
»En toda aldea pápago hay un anciano cuya función hereditaria es recitar esta ‘Biblia’. El momento convenido para su recital son esas cuatro noches de invierno ‘cuando el sol se detiene’ antes de dar la vuelta en ese viaje al sur en el que se diría que quizá podría llevarse su luz para siempre.
»En esas noches –cuatro, porque todo lo sagrado va de cuatro en cuatro– los hombres pápago se reunían en la casa ceremonial […].
»Los hombres se sentaban con las piernas cruzadas, los brazos plegados y la cabeza inclinada. Esta era la postura que el decoro exigía, del mismo modo que nuestros antepasados victorianos exigían sentarse erguido en el banco de la iglesia. Nadie debía interrumpir al orador con una pregunta o siquiera un movimiento. Nadie debía cabecear. Si alguien lo hacía, uno de sus vecinos le metía un cigarrillo ardiendo entre los dedos de los pies, calzados con sandalias. Si el orador lo veía, se paraba abruptamente y por aquella noche ya no había más narración de historias.
»El narrador había trabajado quizá durante años para memorizar toda esa compleja masa de prosa y verso. La prosa la complementaba en ocasiones con ilustraciones y explicaciones de su cosecha, pero el verso no podía cambiarse. La letra y la tonada de cada canción habían sido ‘dadas’ por Hermano Mayor [el creador]; también el punto exacto en que aparecían dentro del relato. Un anciano se ha negado a contarme una historia porque ha olvidado la tonada de una canción, y por eso no puede contarme el relato completo. Sin embargo, se han ido filtrando variaciones, y la ‘Biblia’ cambia de una aldea a otra.
La ‘Biblia’ pápago requeriría de por sí un libro […].»
Ruth Murray Underhill, Singing for Power: The Song Magic of the Papago Indians of Southern Arizona, Berkeley & Los Angeles: University of California Press 1968 [1938], pp. 11-13
Ilustración inspirada en un amuleto sumerio de una rana del 3500 A.C
Contar un relato

Contar un relato no equivale a tejer un tapiz para cubrir el mundo; es más bien una forma de guiar la atención de los oyentes hacia su interior. La persona capaz de «narrar» es la que está perceptualmente preparada para captar en el entorno información que a otros, menos diestros en la tarea de la percepción, podrían pasarles inadvertidas, y el narrador, al hacer explícito este conocimiento, conduce la atención del público por los mismos caminos que él.
Tim Ingold, “The Temporality of the Landscape”, World Archaeology, vol. 25, 1993, p. 153
Ilustración basada en una imagen de inspiración budista
Formula de cierre española

Y para celebrarla, comieron perdices y a mí me dieron con el plato en las narices. Y yo, al ver eso, me unté los zapatos con grasa y me vine corriendo para casa.
Juan José Orga Díaz, maestro calzador de Frama, Potes, Santander; Aurelio M. Espinosa hijo, Cuentos populares de Castilla y León, vol. 2, Madrid: CSIC, 1988, pág. 199.
Ilustración inspirada en una crátera griega clásica.
Contar sólo parte del relato

Muy a menudo [en la Australia aborigen], se contaban fragmentos [de los relatos] referidos a lugares o personajes, sin desarrollar las acciones o seguir hasta el final la trama argumental. A un niño que viajaba por el territorio de un pariente cercano (madre, padre, abuelo, por ejemplo) se le decía el nombre de un lugar especial y de la presencia-espíritu que lo habitaba, o una esposa podía recibir esa información la primera vez que visitaba el territorio de su marido. Estos segmentos probablemente se ampliaban más tarde, dando lugar a relatos más completos. Eran una parte vital del conjunto del proceso de enseñar, aprender y conocer los relatos míticos y su contexto en una región dada.
Roland M. Berndt y Catherine Berndt, The Speaking Land: Myth and Story in Aboriginal Australia, Victoria: Penguin Books, 1989 pág. 9
Ilustración inspirada en diseños del pueblo Haida
Las epopeyas vienen del otro lado de la vida

Las canciones de nvet que cantamos [las que están dentro de las epopeyas], las componen las personas. Por ejemplo, si te ocurre algo, malo o bueno, puedes componer una canción hablando de ello. Las epopeyas no se inventan o componen. Las epopeyas vienen del otro lado de la vida [es decir, el mundo de los muertos]. Un mbom nvet, un viejo mbom nvet como yo, somos los únicos que traemos las epopeyas del otro lado de la vida. Y los pequeños trovadores, los trovadorcillos, se aprovechan relatando las epopeyas que otros traemos del otro lado de la vida. Es decir, las cosas que han ocurrido, las que están pendientes de ocurrir y las ocurridas. Pero yo no toco todas mis epopeyas. Voy tocando algo, algo, algo. Porque si os desarrollara una gran epopeya, aquí, antes del amanecer todos los que aquí nos encontramos estaríamos atados [como delincuentes en la cárcel]. Por eso voy tocando las epopeyas buenas y suaves.
De una epopeya nvet de Eyí Moan Ndong, en Ramón Sales Encinas, Eyom Ndong, el buscaproblemas y Mondú Messeng: epopeyas de Eyí Moan Ndong, Barcelona: CEIBA, 2007, pág. 118
Ilustración inspirada en motivos folklóricos tradicionales.
Dios ha sembrado en mi corazón el don del canto

Cuando le pregunté al cantor [de historias] con más éxito de los que llegué a conocer si podía recitar tal o cual cantar, me respondió: «Puedo recitar cualquier cantar porque Dios ha sembrado en mi corazón el don del canto. Él pone la palabra en mi lengua sin que tenga que buscarla. No he aprendido ninguno de mis cantares; todo mana de mis entrañas, de mí mismo.
Wilhelm Radloff en “Samples of Folk Literature from the North Turkic Tribes” traducido por Gudrum Böchter Sherman con Adam Brooke Davis, Oral Literature, 5: 84; esta es la parte de Radloff’s book Aus Sibirien, publicada en Leipzig, 1854
Ilustración inspirada en un diseño del pueblo Navajo
El relato sigue viviendo

Cualquiera puede compartir la magia del relato
pero nadie debe nunca erigirse en su único dueño
así que, le pase lo que le pase al narrador,
el relato sigue viviendo.
